sábado, 5 de mayo de 2007

“Manhattan” (1979)

Recomendación de la película
(Alejandra Matallanas)
Imaginen una película que hable de amor, otra que hable de filosofía, una sátira sobre la sociedad norteamericana y otra de humor inteligente. Ahora meta todo esto en poco más de hora y media y agregue diálogos brillantes, un ritmo perfecto y una belleza estética inigualable.
El resultado: una de las obras maestras del genial Woody Allen.

Manhattan es el cénit del cine alleniano. Sus temas predilectos (religión, existencialismo, amor, intelectualidad…) se conjugan en un perfecto equilibrio a través de cinco personajes que giran en torno a una sucesión de infidelidades y aventuras sentimentales. De fondo la ciudad de Nueva York, en blanco y negro, espléndida, honradamente bella, como sólo sabe mostrarla Woody .

Isaac, el protagonista encarnado por el propio director, ronda la cuarentena y trabaja como guionista para televisión. De familia judía, es un escritor frustado, apasionado de la cultura, que mantiene una relación sentimental con una jovencita de 17 años.
Todo da un giro cuando su mejor amigo le confiesa que le es infiel a su mujer con una crítica artística. Esta mujer es un claro exponente del establisment intelectual americano, una pseudointelectualidad frívola que concibe el arte desde la superficialidad de la modernidad neoyorquina. No obstante la conoce, se siente atraído y termina dejando a la joven de 18 años. Tras varios enredos y giros en la situación de los cinco, Isaac, que siempre había tratado con condescendencia a su joven amante, termina comprendiendo que en la inocencia de esta chica se esconde la más profunda madurez.

La película es prácticamente teatro filmado; la trama se desarrolla gracias a los diálogos dinámicos, agudos, trepidantes e inigualables. Esto le confiere una fluidez narrativa, atrapándonos durante unos 96 minutos que transcurren sin percatarnos. Abundan las referencias artísticas a las influencias de Allen, como ocurre con el cineasta Ingmar Bergman; e incluso se permite, al final del film, un homenaje cinematográfico a los Cuatrocientos golpes de Francoise Truffaut. En definitiva, un compendio prodigioso, una narración pulcra que con humor y sensibilidad reflexiona sobre el complejo mundo de las relaciones amorosas.



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